▫No están cambiando solo las
cosas, sino las prioridades y las expectativas.
▫Otra característica de los
cambios empresariales actuales, es que conllevan mayor intensidad que nunca
antes.
Las antiguas formas de hacer las cosas en las
organizaciones han dejado de funcionar y aportar valor. El mundo se enfrenta a retos globales a los que, en muchas
ocasiones, se les intenta dar soluciones
locales o parciales que, en la mayor parte de las ocasiones, no están conectadas con el problema
que intentan aliviar. Esto conlleva las consiguientes tensiones,
improductividades y derroche de recursos que todos observamos a nuestro alrededor.
Esto condiciona a cualquier tipo de organización
humana. En el caso de las empresas, afecta particularmente a las de pequeño y mediano tamaño, en las que hay que armonizar recursos escasos con objetivos
concretos que permitan su permanencia en el mercado y a las que se les permite
poco margen de error.
En la medida que se acelera el cambio a nuestro
alrededor, las herramientas y procedimientos de gestión tradicionales necesitan
articularse en torno a un nuevo enfoque
de las experiencias empresariales, a nuevos paradigmas, nuevas métricas y
formas de hacer las cosas.
En muchos casos, las herramientas y los conceptos que
son necesarios reevaluar ya existen desde hace tiempo, pero ahora requieren de nuevos
enfoques, de nuevas prioridades y aplicaciones,
con nuevas intensidades acordes al actual entorno.
Observamos que las organizaciones se ven obligadas a
cambiar sistemas jerárquicos verticales
por redes y agrupar la gestión y competencias en torno a equipos, a generar mejores
maneras de comunicarse, a obtener nuevos datos desde nuevas perspectivas y todo
ello para tomar mejores decisiones. Esto implica gestionar el cambio.
Estos cambios
pasan por personas que, teniendo que interactuar entre si, a su vez tienen que dar respuestas más veloces a su entorno que en ningún
otro tiempo, con el consiguiente efecto en sus emociones.
Para superar esta transformación se requiere enfocar las experiencias
empresariales desde la perspectiva emocional, al mismo tiempo que será
necesario aplicar las competencias profesionales que procedan.
Ahora las organizaciones necesitan aplicar de forma prioritaria
cualidades como la empatía, la flexibilidad,
la automotivación, la iniciativa y el impulso interno. Son imprescindibles en
un mundo donde el cambio, la incertidumbre y los retrocesos forman parte del
paisaje diario y al parecer han llegado para quedarse.
Esto afecta igualmente al liderazgo. En la
actualidad, las capacidades necesarias difieren en gran medida de los estilos
de gestión utilizados tradicionalmente. Se
necesitan catalizadores del cambio, gestores de la diversidad, mantenedores del
rumbo y generadores de impulsos colectivos positivos.
Se hace necesario distinguir entre el concepto de
"cambio" y "transformación". El cambio suele conllevar un
proceso de sustitución y está sujeto a un espacio temporal. La transformación
dentro de la empresa suele conllevar un carácter constructivo, permanente y de
apoyo en lo que ya existe, mientras se camina a la creación de nuevos aspectos
que aseguren la supervivencia empresarial.
Existen muchos factores que ponen y pondrán a prueba
a la empresa, tales como cambios en
el mercado, ciclos económicos o estrategias no adecuadas, pero nada la hace más vulnerable que la ausencia
de gestión emocional y de habilidades interpersonales. En definitiva, no saber trabajar sus
experiencias desde las personas y por tanto desde las emociones.
Todo lo anterior hace que, gestionar las
experiencias empresariales, requiera una buena dosis de inteligencia emocional
como impulsora de los equipos. Estos a su vez, estando bien orientados, podrán implementar las técnicas que sean necesarias.
La empresa que sea consciente de su realidad, que
trabaje las habilidades que la conectan con el mundo que nos rodea y con su
propio mundo interior, podrá adaptarse de forma más fácil y eficaz a los
continuos cambios que requerirá el futuro próximo.
En definitiva, si
el destino consiste en llevar a buen
puerto las experiencias empresariales, el inicio del viaje será tomar en
consideración y gestionar adecuadamente
las experiencias emocionales, fomentando e impulsando aquellas habilidades
que dan respuesta a las mismas.
Por tanto, ¿brújula
o motor? Llevar a la empresa en la dirección adecuada y hacerlo a un ritmo
sostenible, son aspectos irrenunciables para cualquier directivo. Pero si
tenemos que elegir y fijar una prioridad, ¿en qué orden escogeríamos?
Probablemente coincidamos en la necesidad de que la brújula esté bien orientada
para que los diferentes movimientos de la empresa, al ritmo que esta pueda
sostener, se den en la dirección adecuada.
Gestionar empresa
- gestionar personas - gestionar emociones, una trilogía emergente en
cualquier empresa.
En Fusión Comunicación & Estrategia trabajamos
desde hace muchos años con equipos directivos de empresas de diferentes sectores,
sumando a su esfuerzo experiencia, metodología y métricas que contribuyan a seguir
dando respuesta de forma efectiva a la gestión de experiencias
empresariales-experiencias emocionales.
Juan Antonio González Martínez
Director - Fusión Comunicación & Estrategia
juanantonio@fusioncomunicacion.es